miércoles, 8 de febrero de 2012

Serenidad y Paciencia

Definitivamente existen momentos en los que me encuentro pidiéndole a Dios "que ya se acabe el día, Señor!".
Educar en familia exige una parte de compromiso y tres de paciencia. Así que si nos cuesta algo de trabajo planear una clase, sabemos que nos costará tres veces más trabajo tener la paciencia para llevar a cabo esa clase.
La paciencia es una virtud... no muy presente en mi persona, [ :( ] y frecuentemente me veo rebasada por los desafíos de educar a un niño de tres años: falta de atención, no seguir indicaciones, demasiada iniciativa, o las ya clásicas interrupciones como "tengo sed", "quiero ir al baño", "tengo hambre", "yo quería jugar", etc.
Esas pequeñeces pueden convertirse en los más terribles enemigos de la educación en familia, y peor aún, de la convivencia familiar.
Frustración, enojo, impotencia, sentirse incapaz de lograr que le niño termine la lección: esas sensaciones son el pan de cada día de la educación en familia. Por lo menos en mi familia, ja, ja!
Y es entonces cuando respiro profundamente y trato de aferrarme a lo que en un inicio me hizo decidir educar a mis hijos personalmente: el amor. Amo a mis hijos, sé que lo importante es honrar a Dios y la unión familiar, así que me tomo un receso en lo académico y trato de orar para pedir consejo.
Un remedio rápido para los momentos de estrés es ofrecerle un incentivo a mi hijo. Estoy cosciente de que no es aconsejable premiar al niño por hacer lo que es su deber. En muchas ocasiones me he visto saboteada por mi propio marido, quien es muy dado a prometer "sorpresas" a JP si deja de llorar, si hace algo o sólo para que no se quede triste cuando él parte para la oficina. A pesar de que me molesta, muchas veces lo he hecho yo misma, si mi hijo se rehúsa a realizar alguna actividad me resulta sencillo decirle "termina de escribir las letras y te presto mi iPad", santo remedio.
No abusar de este tipo de estímulos es lo ideal, de esta forma, cuando realmente los niños estén en un mal momento, se puede recurrir a algún premio para motivarlos.

Una buena técnica, que siendo honesta yo casi no practico, es simplemente cambiar la actividad, darse un receso en el momento en que los niños presenten aburrimiento o desmotivación. No me gusta mucho, a pesar de su evidente eficacia, dado que me parece contraproducente para forjar hábitos como la disciplina, la tenacidad, la contancia... Es distinto al ejemplo anterior, porque cuando hablamos de premios o gratificaciones, estamos hablando de algo normal de la vida. Los adultos muchas veces estamos atascados con un proyecto laboral que nos quita tiempo para hacer lo que nos gusta, pero debemos terminarlo porque de lo contrario no habrá un pago o un reconocimiento, o incluso, no dejamos de hacer las cosas porque queremos sentirnos bien. No es que en la vida real uno tenga la opción de simplemente dejar de hacer las cosas porque nos aburren. Así que más que un cambio de actividad, yo prefiero hacer un receso: distraerse un momento para después retomar la actividad.

Por último, podemos tranquilizarnos a nosotros mismos: "Cuál es el objetivo de todos mis esfuerzos? Cómo puedo utilizar esta situación para enseñarle a mis hijos paciencia, respeto, amor?"

No hay personas perfectas, por lo tanto no hay familias perfectas, todos tenemos nuestros issues, dirían nuestros vecinos del norte. Lo importante, reitero, es el compromiso que asumimos y el amor que prodigamos. Y repertirse constantemente las sabias palabras del superhéroe Kaliman "serenidad y paciencia" papás...


No hay comentarios:

Publicar un comentario